Lo que los medios no
cuentan
Pocos
sujetos sociales son despachados con tantos lugares comunes y dosis de superficialidad
en los medios de comunicación como el sindicalismo en España. No en vano en el
ámbito de la información sobre la economía se ha dado en nuestro pasado
reciente todo un proceso de marginación y subordinación del Trabajo respecto al
Capital. Así, hemos visto desaparecer la sección de laboral de la prensa
escrita y de la mayoría de los medios audiovisuales, al tiempo que la sección de economía se convertía en un
noticiario al servicio de los intereses empresariales; no deja de ser
significativo que en el diario Público se titulase Dinero. Añadamos a ello que
en el campo académico el “pensamiento” económico se ha aliado, o sometido,
mayoritariamente al dogma neoliberal. Por
eso, el uso en los medios el ya manido y desgastado lugar común de que el
sindicalismo está desprestigiado, tiene mucho de sangrante cinismo. Pero lo más
grave es que se sigue distorsionando la realidad, reflejando sólo una parte de
ella y quedándose en la mera superficie.
Lo que es lógico porque hay muy pocos
periodistas que conozcan el mundo del trabajo, que, por ejemplo,
informen con conocimiento del largo y extenso proceso electoral en el que el
sindicalismo de clase y confederal se sigue legitimando. Es una legitimación
parcial pero real y que cuestiona visiones simplistas o interesadas al servicio
de su amo. Y es que el retroceso del sindicalismo no se ha producido
esencialmente en las fábricas, empresas o administraciones sino en el campo del
poder político y económico, y especialmente en el terreno del desarrollo de la
democracia en la economía.
La regresión gremialista
Es
cierto que el sindicalismo está ante una encrucijada en la que todo lo que no
sea avances cualitativos son retrocesos fatales que ponen en cuestión su
función y por lo tanto su existencia. Aunque
algunos descerebrados neoliberales y muchos de nuestros listillos empresarios
suspiran por la eliminación de los sindicatos, saben que la negociación
individual es una distopía, sólo realizable
en aisladas situaciones con condiciones excepcionales. Lo que quieren de
verdad es un sindicalismo fragmentado, de empresa, gremialista, por lo tanto
débil socialmente e incapaz de plantear
alternativas generales, incapaz de defender al conjunto de intereses de las
personas que viven o deberían vivir de su trabajo. La apuesta de la
contrarreforma laboral y gran parte del empresariado es la de estimular la
dinámica reivindicativa parcial. El sindicalismo vive instalado continuamente
sobre la tensión entre lo individual y lo colectivo. Sus afiliados y sus
representados demandan servicios o actuaciones en defensa de unos intereses que
se expresan en una primera instancia en el “ y de lo mío qué” o sea en demandas
particulares, individuales o de colectivo gremial, sin embargo son las
conquistas generales las que garantizan atender a medio y largo plazo esas demandas
específicas. La reivindicación individual o gremial no cuestiona el poder
empresarial, la organización del trabajo, la orientación económica, las
consecuencias ambientales y sociales del producto o servicio prestado; sólo
reclama una mayor parte del pastel a repartir para sí o para su colectivo.
Ahora bien, el sindicalismo confederal, no puede derrotar al sindicalismo
gremialista sólo con buenas palabras y lucha ideológica, ni tampoco compitiendo
en su mismo terreno y con sus mismas armas,
sino afirmando en la práctica sus ventajas, es decir con conquistas de
beneficios generales y recuperando capacidad de interlocución, propuesta y
poder social.
El agujero negro de la
gran desigualdad
En los actos que se han realizado en Catalunya para conmemorar el cincuentenario de la
Asamblea fundacional de CCOO celebrada en la Parroquia de Sant Medir de
Barcelona, se ha destacado la ligazón entre la reivindicación laboral concreta
y la apuesta política por un marco de libertades como una característica
fundamental de la organización en aquellos años. La mejora de las condiciones
laborales necesitaba de un marco democrático para realizarse, necesitaba de
cambios políticos para que el Trabajo pudiera enfrentarse al capital en
condiciones más igualitarias. Por ello Comisiones fue un elemento esencial en
la movilización popular antifranquista, la persistencia y extensión de sus
luchas contribuyeron a invalidar a la Dictadura como marco político, incluso
para los intereses oligárquicos. Otra cosa es quién se llevó el gato al agua en
la dirección del proceso de la transición.
Pero aún así el sindicalismo confederal siguió movilizando y presionando
por conquistas de derechos en el ámbito político-legislativoque afectan a
derechos laborales como el Estatuto de
los trabajadores o el Estatuto de los empleados públicos pero también a
derechos sociales como el sistema de la sanidad pública o la previsión social.
Conquistas que ahora son claves para evitar una catástrofe social en la actual
situación. Sin embargo, estas conquistas se consiguen cuando a nivel europeo y
norteamericano se está dando un proceso en sentido contrario. Es el proceso
hacia la desigualdad de la gran divergencia, o sea, la reversión de la
evolución hacia la igualdad que se había producido después del New Deal
estadounidense y la II Guerra Mundial. Este proceso descrito por Josep Fontana
en Por el bien del imperio, se inicia
con el Memorando confidencial: ataque al
sistema americano de libre Empresa de Lewis Powell de 23/8/1971, un
auténtico programa de actuación para el poder empresarial que explicita una
estrategia para recuperar la iniciativa hegemónica, como explicita el siguiente
párrafo:
Pero no se debe posponer la acción política más directa, a la
espera de que el cambio gradual en la opinión pública se efectúe a través de la
educación y la información. El mundo empresarial debe aprender una lección
aprendida hace mucho tiempo por los trabajadores y otros grupos de presión. La
lección es que el poder político es necesario; que ese poder debe ser cultivado
con perseverancia, y que, cuando sea necesario, se debe usar con agresividad y
determinación –sin vergüenza y sin la renuencia que ha sido tan característica
del mundo empresarial estadounidense.
Desregulación
versus control
Una estrategia que primero ha neutralizado la influencia
política que habían alcanzado las organizaciones de la clase obrera y después ha
subordinado las instituciones democráticas al poder de las grandes
corporaciones y en especial de la oligarquía multinacional financiera. Con ello
se ha consumado la desnaturalización de la democracia, se han consolidado
órganos de poder ajenos, explícita o implícitamente, al control democrático de
los ciudadanos.
Este proceso degenerativo se ha manifestado en, o se
ha visto favorecido por, la evolución-involución de las fuerzas políticas que
representaban los intereses de la clase obrera en las instituciones. La socialdemocracia ha autoreducido drásticamente su capacidad de
reforma y su, de natural limitada,
autonomía respecto al Capital; mientras que los herederos del comunismo
no han sabido articular una alternativa radical y creíble al capitalismo. Otra
manifestación del mismo fenómeno es que la llamada nueva política en gran parte
ignora, cuando no oculta intencionadamente bajo el disfraz de la ciudadanía, la
problemática del mundo del trabajo, que a pesar de todo afecta a la mayoría de la sociedad.
Una
estrategia que se ha dirigido claramente a consagrar la subordinación del
trabajo al capital, y a hacerlo por medio de la desregulación, desregulación
nacional e internacional del capital financiero, desregulación medioambiental,
desregulación laboral, reducción contínua de la capacidad de intervenir la
sociedad en los mercados y especialmente en el financiero. Y es que la única
forma de embridar y limitar el poder del capital es regularlo, es construir
poder alternativo que lo controle. Significativamente, la pérdida de derechos
de la mayoría es fruto del mismo proceso por el que se liberan de deberes a la
minoría dominante. La orgía de productos financieros opacos y fraudulentos se
ha producido en escenarios de dominio del capital financiero, de deterioro
global de condiciones laborales, de globalización comercial, de deslocalización, de sumisión del poder político a los
designios del poder económico…La subordinación del Trabajo al Capital, es la
subordinación de los derechos laborales a los beneficios del empresariado y de
los derechos sociales a los beneficios de las elites financiero-especulativas.
Resistir no siempre es
vencer
En
ese contexto la continua actividad sindical, más o menos acertada, en las
empresas o en las ramas productivas o de servicios se ha visto a largo plazo
mediatizada por las condiciones generales adversas y por el hecho de que los
centros de decisión están alejados de su capacidad de presión. El mismo diálogo
social ha sido subvertido desde la parte empresarial que ha optado por la
imposición y utilizado el poder político con agresividad para impulsar
contrarreformas laborales que extiendan la miseria en la sociedad, reduzcan
progresivamente el poder sindical e incrementen la subordinación del Trabajo al
Capital.
El
sindicalismo debe debatir si no ha pecado de aceptación acrítica de ciertos
modelos empresariales, especialmente los financieros, o ciertos valores como el
de la competitividad, que si bien han permitido durante cierto tiempo altos
niveles salariales han derivado a la larga en grandes pérdidas de empleo. Pero este debate se inscribe en uno más
amplio de cómo combatir la subordinación que trata de imponer el Capital. En
este sentido, sin obviar la conveniencia del diálogo con aquellas posiciones
críticas que están realizadas desde el conocimiento o la necesidad de la
urgente autocrítica y consecuente renovación organizativa, hay que insistir en
que el problema reside en la esfera política, en la relación de los sindicatos
con el poder. La misma alternativa a la precarización solo puede inscribirse en
una alternativa sociopolítica con salarios mínimos dignos, regulación
contractual, protección y garantía social y otro modelo de desarrollo
económico.
Por
todo ello el sindicalismo confederal y especialmente Comisiones Obreras debe
pasar a la contraofensiva a medio y
largo plazo en el terreno del pensamiento y a corto plazo en el de la
información y la acción política. Necesitamos una estrategia de alianzas con
parte del mundo académico que potencie el pensamiento crítico, pero necesitamos
ya recuperar espacio, capacidade incidencia política. Necesitamos situar el
trabajo, las relaciones laborales, el modelo empresarial, la democracia en la
empresa, la democracia en la economía, la reforma fiscal, los derechos sociales y los servicios
públicoscomo parte esencial del proceso de cambio que esta sociedad debe
realizar, proceso que no será ni corto ni sencillo, ni fácil. Necesitamos una
politización del conjunto del sindicatodesde y en la autonomía de la gestión
del conflicto social. Autonomía que aunque no es equidistancia es lo contrario
a seguidismo, porque significa tener capacidad para, desde nuestras
potencialidades y limitaciones, dar solución política a la actual configuración
del conflicto social, y saber hacerlo conla determinación y agresividad
que recomendaba Lewis Powell a los empresarios, aunque no con la
sinvergonzonería que practican muchos de ellos.
Somos
parte fundamental, decisiva, de la izquierda social y por ello debemos ser
parte esencial del necesario giro político a la izquierda de esta sociedad para
dar urgentes respuestas sociales para
los más débiles y realizar un cambio democrático radical en la política, la economía
y lo social. En este sentido nuestro horizonte a corto y medio plazo, por lo
menos, viene marcado por la adecuación y recuperación clara, sin aditivos
populistas, del significado político del concepto de izquierdas así como por la
estrategia unitaria. Las tareas a emprender y los adversarios a convencer y
enemigos a batir son tantas y de tal envergadura que la fragmentación actual,
es tan infantil como suicida.
Vivimos
tiempos inciertos pero también apasionantes y hemos de actuar con el
protagonismo que nos corresponde.
(publicado originalmente en Perspectiva)
Pepe Gálvez